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25/10/09

Poesía y lenguaje

RINCONETE Jueves, 22 de octubre de 2009
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/octubre_09/22102009_01.htm

Poesía y lenguaje (I)

Por Milagros Salvador

Muchos son los poetas, lingüistas, pensadores, profesores y críticos que se han ocupado, entre otros aspectos, del tratamiento y significación del lenguaje, especialmente en su relación con la poesía; y dentro de nuestro marco cultural grecolatino, sin necesidad de remontarnos a Aristóteles con su Poética, a Horacio con su Arte poética, a Thomas Silbilet o Boileau, más cercanos a nosotros, destacaremos los nombres de María Zambrano, Jorge Guillén, Octavio Paz, Vicente Huidobro, Dámaso Alonso, Fernando Lázaro Carreter, Jorge Luis Borges, Carlos Bousoño y un largo etcétera, personas que han reflexionado sobre el tema, conscientes de que el lenguaje es el poseedor del poema.

El lenguaje, además de ser un sistema complejo de signos que sirve para comunicarnos y para permitirnos engarzar el antes y el ahora, conformando nuestra identidad, es algo más para el poeta, porque dice, comunica, provoca, sugiere y, en definitiva, crea, abriendo el cuerpo de palabras a la interpretación, exigiendo a la vez nuestro compromiso.
Lázaro Carreter, en su libro De poética y poéticas, nos dice que «el idioma poético cuenta con prerrogativas propias, y es algo que no cabe poner en duda si oímos a los poetas mismos», y aunque se aproveche «en gran medida de los materiales comunes, no queda sometido a todas su reglas».
El valor del lenguaje poético está en su entidad, como hemos dicho, en su entidad creadora, porque es un desafío a la palabra y a la objetividad, haciendo posible entender el lenguaje como un parto, inaugurando una nueva forma de sentirnos frente al mundo, elaborando un universo nuevo al que aspira todo poeta, tejiendo un tapiz en el que se reconoce un universo propio, es decir, que el poeta en su ejercicio creador puede superar la relación entre el objeto real y su representación en la palabra.
Dicho de otra manera, el lenguaje tiene también la función de la luz, porque nos permite la revelación de otro paisaje, la belleza de un nuevo sistema de relación, que cumple por ejemplo la metáfora, resonancia estética de todo buen poema.
Según Jakobson, como recoge Lázaro Carreter en su libro citado, «el rasgo distintivo del lenguaje poético es la proyección del sistema de equivalencia del eje de selección al eje de comunicación». En poesía, la elección de la palabra no sólo depende de su significado, sino también de la exigencia dentro del propio poema, «desde el punto de vista fónico y representativo», por eso es tan difícil la búsqueda y sustitución de las palabras, y la dificultad añadida a la hora de traducir la poesía a otro idioma.
Para Borges, el lenguaje poético no es sólo un medio de comunicación, sino «una pasión y un placer», con lo que nos está diciendo que el lenguaje en poesía excede el propio campo de la lingüística, que la función poética del lenguaje tiene además una función específica dentro de la lengua. En su libro Arte poética, en el que recoge algunas de sus conferencias, escribe esta sugerente frase, con la que, según él, están de acuerdo otros autores: «Las palabras fueron mágicas en un principio y son devueltas a la magia por la poesía». Frase que se supone dicha en un tono fervoroso.
Uno de los poetas que ha tratado el lenguaje poético ha sido Octavio Paz; en su interesante libro El arco y la lira, nos hace sugerentes reflexiones sobre la «poesía de la soledad» y la «poesía de la comunicación», polos entre los que se encuadra su concepto de poesía, que califica de irreductible a cualquier otra experiencia.
En la línea mágica que apuntaba Borges, reproducimos un poema de Paz muy significativo:
Todo eran todostodos era todosólo había una palabra inmensa y sin revéspalabra como un solun día se rompió en fragmentos diminutosson las palabras del lenguaje y hablamosfragmentos que nunca se uniránespejos rotos donde el mundo se mira destrozándose.
Los poetas están de acuerdo en que la poesía produce una conmoción mediante el lenguaje, y una experiencia simbólica, que permite esa «oblicuidad» que traspasa el significado lógico, aunque no todos coinciden en la universalidad de las palabras como materia poética; porque no todos aceptan conceder un nivel de exigencia estética a todas ellas y piensan, en mayor o menor medida, que el lenguaje poético es distinto de nuestro lenguaje de uso normal. Samuel R. Levin, autor de Estructuras lingüísticas en la poesía, cree en la necesidad de «que el lenguaje empleado para describir lo poético sea distinto del que se emplea para describir el mundo ordinario».
Contrario a esto se muestra Jorge Guillén, que ya a mediados del siglo xx escribe en Lenguaje y poesía, de la Revista de Occidente, que la poesía no requiere ningún lenguaje especial, ninguna palabra está de antemano excluida, «no hay más que lenguaje en el poema, palabras situadas en su conjunto». Al poeta se le pide que responda a la petición del poema, a la exigencia del poema, y que alcance el arte.
El lenguaje poético puede ser estudiado desde aspectos distintos, entre los que consideramos muy significativos dos:
Lenguaje y pensamiento.
Lenguaje y forma.
Una frase puede sugerir la reflexión sobre los dos aspectos que se implican en el mismo hecho, la poesía bebe en el manantial de lenguaje y se convierte en agua, y las palabras fluyen en el poema, en un mismo acto de creación.